miércoles, 11 de enero de 2012

El cuerpo disociado.

La desnudez es símbolo de pureza y humildad, por eso nosotros nos vestimos.
DeRose.

Según el modelo cristiano clásico, el cuerpo es impuro por esencia y por lo tanto opuesto a la vida religiosa o espiritual.
Esta visión genera un profundo trauma en la sociedad que se encuentra sumida en una gran influencia de la tradición cristiana. La vergüenza y la culpa por vivirlo plenamente, lleva a una negación del mismo y por lo tanto a desconectarnos del cuerpo.
Aunque las personas rechacen concientemente el puritanismo, inconcientemente aceptan este mensaje negativo, que está ya instalado en el inconciente colectivo. A través de los siglos este mensaje de lo corpóreo ligado a pecado y contrario a la espiritualidad, contribuyó a construir un fuerte condicionamiento sobre el cual se edificó nuestra sociedad.
Paradójicamente, nos preocupamos mucho por el modelo estético que la época asigna al cuerpo. Industrias de cosméticos, ropas, adornos, accesorios, centros de belleza, clínicas especializadas para disminuir de peso, cirugías estéticasm complementos dietarios, ejercicios físicos, peinadosm etc., ofrecen diversos grados de atención para u cuerpo separado de nosotros.
Podríamos decir que se lo observa como un objeto al cual no estamos integrados. Un cuerpo sobre el que no existe conciencia y al cual le comenzamos a prestar atención cuando deja de funcionar normalmente.
Esta disociación en la cual tiene mucho que ver la cultura que racionaliza y disciplina los instintos, ha generado el alejamiento de la naturaleza del placer corporal. Cuando es vivido o disfrutado, se lo hace con culpa, con vergüenza, con temor y a escondidas. Disciplinados por el haber cultural, la sexualidad y el placer fueron colocados en una zona de sombra, contrariando las leyes de la naturaleza y alejándonos de nuestros instintos. Usando una expresión habitual de los sectores biológicos, podríamos decir que el hombre civilizado es un ser que se ha domesticado a sí mismo.

No hay comentarios: